Solo son paños de agua tibia que pongo en los pensamientos impíos en los que yo solo pido y pido para sanar mi tristeza anfibia.
A las malas se aprende en Libia, en Colombia y en los ríos fríos, donde son norma todos mis desvíos y se enmudece toda su bribia.
La ganancia que me ata a esto, al dolor del que ahora yo corro es más fuerte que el coraje impuesto por mis abuelos. Ahora lo borro. Definitivamente descompuesto: es ese estado que no ahorro.
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